jueves, 22 de noviembre de 2007

Jardín

Me crecen las uñas como pasto tierno. Me crecen los ojos con cada madrugada en la que mi cuerpo se asoma. Se agranda mi sensatez y sé ahora enviar señales más certeras. Sé a dónde dirigirme en ciertas bifurcaciones, sé distinguir los cuerpos de agua. Mi voz es reconocible aunque serpentee nerviosa y vacile. Bailo con pies y manos relajados, sé mecerme en vendavales y cortar sandías para hacer agua fresca. Camino con la espalda recta y la arqueo cuando quien me explora lo hace como debe. Peino mi cabello viendo cómo brilla, como es liso y dócil, oscuro, simpático. En los días fríos suele dolerme un tobillo, el que me lastimé de niña, pero es un dolor agradable, acorde a la temperatura. Sé utilizar el fuego y aprovechar el hielo, sé cómo una tarde se mira diferente desde algunos puntos distantes. Sé que en cuestiones de aprendizaje soy nada, una brizna, un ácaro distraído. Me hormiguea el estómago con los buenos momentos, y con ciertas canciones se me adormece el lado zquierdo. Puedo fugarme siempre a las historias de mi abuela cuando la histeria quiere quebrar mi nuca, puedo elegir, puedo ventear, alzar mi rostro, cambiar de ángulo y posición, hacer nudos, desatarlos, zambullirme, salir a flote, aligerarme, ponerme densa. Me crecen las expresiones, la manera de escribir cosas y platicarlas . Y los amigos me crecen como buena flor.

1 comentario:

Antonio Mundaca dijo...

la nostalgia le anda haciendo le salgas cosas muy chidas chocochancaste

Soy un árbol que desea viajar en tren