martes, 26 de junio de 2007

salinas

La percusión como el corazón mismo y el mar inmenso a nuestro lado izquierdo. Sólo Manuel tocaba el yembé, pero saladas de sudor y mar, bailamos con más ganas y una mayor conciencia del ritmo, que se perdía a veces para meterse entre las olas rasposas.
Bailamos con la arena conmoviéndonos los pies, trepando entre la ropa a las minucias de los cuerpos.
El salitre jugó malabares con brazos y piernas, con caderas y muslos de danzantes descalzas y reímos mucho, de esa risa extendida y atacante, con cansancio que en lugar de extenuar nos animó con salmuera.

1 comentario:

Antonio Mundaca dijo...

faltó la luz, el sudor no puede alumbrarlo todo

Soy un árbol que desea viajar en tren