viernes, 15 de junio de 2007

ínfima escarlata

Animal de urbe, le regalaste postales truncas de una vida errante. Solías callarte tanto y decir en frases recortadas con tu lengua de punta redonda cómo las ínfimas luces celestes acabarían destiñéndose cada noche.
La escasez de malicia en la niña escarlata que era entonces inflamó tu crueldad y fue cíclope en andanzas extrañas. Ordeñando la entrada de la primavera te halló en posición fetal. Te embolsaste sus mareas y una vez huérfana y aislada, te reconoció completamente extraño.
Mundano y demente jugabas a instruirla en parajes muertos, lanzándola a destiempo como bala de salva.
Ni hablar.

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Soy un árbol que desea viajar en tren