En lo lisito del piso, la sombra se proyectó fiel; la niña la miró infinitamente sorprendida, con la boca abierta y el cuerpo todo, expectante.
Mira, salúdala-le dijo Juana, agitando una mano cuya sombra en el piso imitó el movimiento.
La niña comenzó a mover la mano, tímidamente primero, y después con un movimiento que fue creciendo, creciendo, tanto en su propia mano como en la mano de su sombra.
¿Ya viste? ¡Ella también te saluda!Ahora enséñala a saltar.
Y la niña se agachó un poco para tomar impulso y dió un brinco alto para su estatura de dos años.La sombra claro, saltó con ella.
La risa de la niña resquebrajó el aburrido silencio de los mayores que por allí caminaban sin ver su sombra, mientras ella ideaba cómo enseñar a su sombra a bailar, a correr y a alimentarse para que no fuera a enfermarse, dejándola sola.
miércoles, 11 de julio de 2007
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Soy un árbol que desea viajar en tren

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