miércoles, 11 de julio de 2007
Jaulas de zoológico
La portada de sus historias tenía retazos de alas de mariposa. Trotamundos con garganta de lata, comía asbesto y crema de yerbas. Al relatar adoptaba una postura especial, como de mantis. Los brazos se le alargaban y se cansaban de las horas del día, se volvía más viejo y endeble. Olía a alcohol y jabón verde barato, de ese que mi madre dice que fabrican con sebo. Sus andanzas por otros mundos que aseguraba insertados en este, lo dotaban de una serie incontable de relatos donde las mujeres que rondaban su cama se volvían volcanes, arcos que disparaban flechas con punta de rubí, cebras que en la carrera dejaban rumores de almizcle. Descarnado todo aquéllo que levantara su desánimo, su insatisfacción constante, volviéndolo antagonista, siniestro mounstruo de la existencia.A mi siempre logró exprimirme una ternura tergiversada, una fascinación por los polos lumíninos. Se aprende más en las pláticas de afuera que en las clasecitas esas tan pretenciosas y limitadas. Nada más cierto. Se aprende más de tocar las cosas, de buscarle a lo chato la periferia, de lamer y hurgar, de chillar hasta humedecer el tuétano que de posicionarte a distancia, para ver todo de lejos.Me hacía enojar cuando me juzgaba. Le gustaba cazar mis distracciones y entonces lanzar el puñetazo: ahí estás de inmóvil otra vez. Yo explotaba pero terminaba haciendo mía su perorata.Al andar hacia la despedida, perdido en su propia dimensión, le veía cabeza de tigre y mapas dibujados en la espalda.Somos animales en cautiverio, eso a ti que no te importe, no escuches a los otros, sigue tu ruta, que a ti sí hay propabilidad de que te crezcan las alas
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Soy un árbol que desea viajar en tren

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