Hacia el final de mis ocupaciones caigo en la maraña del pensamiento. Inevitable, fatigoso. Está bien, pensar es mi mayor cualidad. Justo ahora hablo con certezas de trientañera, con dudas menos filosas. Las pláticas con mis amigos de siempre y con los recién adquiridos son alfombras mágicas.
Cambiamos diario los tapices que nos recubren los párpados, limpiamos el polvo, tomamos café y comemos pan dulce. Andamos saltando las sombras, rodeando las imposibilidades, sin dolores de cabeza, sin alergias graves, sin promesas con forma de infinito.
Espío sin quitarme las gafas para el sol. Ahora las cortadas del riesgo se hinconan menos pero duelen igual. Venteo la existencia de las cosas minúsculas, de los pórticos, la piel de los cocos que se arrejuntan bajo alguna palmera maternal. Me gusta que el correr del tiempo me pinte la cara y acentúe las rayas de mis manos que cada vez son más cebras. Me gusta ser yo.Me ocupo de mi, de mi brújula inexperta pero confiada, de mis pies pequeños que saben también dar pasos largos y caminar aprisa. Como teléfono ocupado, así suena mi cabeza, diáfana a pesar de tanto contenido que a veces es absurdo, rebuscado, exagerado.
miércoles, 14 de noviembre de 2007
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Soy un árbol que desea viajar en tren

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