jueves, 15 de noviembre de 2007

Duelo

Vastos parajes a dónde dirigir los pasos, ¿por qué no avanzar entonces?
Horizonte con cuerpo de muchacho en crecimiento, con tímidas intenciones de estirarse.
Me duele todo esto. Sé que me duele en alguna parte del cuerpo, más lo que me pasa ahora con esta situación es lo que me sucede a veces con la comezón, me pica pero no sé exactamente en dónde.
Me dueles tú, porque al inicio eras tú pero yo permanecía sentada en las alturas y te veía desde allí tan distinto, tan tú con capacidades de ser otro. Gritemos. Yo fácilmente podría despellejarme, pero más honestamente, más con ganas de cambio de piel. Han fracasado tantas veces nuestros intentos por dar sepultura a lo desgastado que la duda es razonable. Me dueles tú. Quiero que te vaya bien, que te vistas de infinito para bien. Puedo asegurarte que un buen cacho de mi corazón es tuyo, pero ahora mansamente, sin vehemencia, sin alboroto. Te veo tal cómo eres y te quiero tanto que detenerte sería una falta de respeto. Aunque se me agriete la sonrisa por tiempo indefinido, pero que ha de llegar a un final, eso es seguro.
Era miedo al duelo. Era la férrea manía de la costumbre. Eran días y noches y minutos y horas cotidianas. Eran promesas que luego fueron matrices estériles. Era una sinfonía de pequeñas derrotas escondidas tras una sonrisa. Éramos nosotros, otros cuando comenzamos, otros ahora, con los ojos deslumbrados de tanta luz, ahogados en tantas sombras.
Me dueles tú y tu dolor me agita la nostalgia en los lagrimales, me incrusta cristales rotos en la duermevela, pero eres tan básico en mi historia que te tomo de la mano para saltar esta última vez.

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Soy un árbol que desea viajar en tren