miércoles, 11 de junio de 2008

Los pies inflamados, los dedos como pequeñas pulpas de tamarindo, punzando. Me agaché para tallarme y cabeza abajo el mareo alcanzó la intensidad de una una ola de mar . Los zapatos nuevos resultaron odiosos y vistos así, de cabeza, sentí que se disculpaban tímidos y humillados por el mal servicio dado. Yo jamás acostumbro usar tacones y fui una ridiculez ambulante intentando caminar con glamour sobre esas torres de número 3. Los metí en su caja nuevamente y al poner la tapa, el dolor de mis pies descendió de nivel. Caminé hacia el refrigerador sobre el piso frío para sacar unos hielos. En vez de eso, saqué el té de manzanilla, un trago para mí, uno para mis pies. Zapatero a tu zapato. Lo mío son los tenis, las botas, las chanclas. ¿Descalza? También, también.

Soy un árbol que desea viajar en tren