Amanecí perpleja.
Quise matar el día a palos.
Te vi de perfil y se me olvidó la casa, la mala noche pasada, el resto del día, la resaca.
Te vi con todo y lunares entre muchos recuerdos vueltos manchones.
Se me olvidó que olvidar es bueno.
Me acordé a eso de las siete, cuando ya las sombras me habían merendado.
No estás intacto y sin embago, como tonada de percusión llenas estos vértices.
Remojada en la sorpresa, reniego.
Esputos echados de lado, con elegante desprecio.
Cómo me gusta acordarme de ti.
martes, 12 de junio de 2007
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Soy un árbol que desea viajar en tren

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