jueves, 14 de junio de 2007

Ruta tres

Hoy me subí a un ruta tres y desde que lo vi aparecer al principio de la calle con su sonido de motor viejo, sentí cómo una capa tibia se adhería a mis hombros. Hacía tiempo que no veía uno y por comentarios con conocidos sobre la desaparición de dicha ruta, pensaba que ya no vería jamás otro de esos colectivos café con blanco, ruidosos y cuadrados.
Subirme en un ruta tres era en cierta forma una cita con Horacio.
Horacio era un hombre hosco hasta en la mirada. Cuando lo conocí me impactó encontrarme con tanto ámbar fundido en un sólo par de ojos. Él notó desde el principio mi estupefacción de escolapia simplona y sólo me gruñía cuando me daba mi boleto a mitad de precio. Un tiempo me dio por ir al centro sólo para esperarlo, hasta que me descubrió por el retrovisor, perdida en su hermosa cara de Alain Delon. Me sostuvo un rato la mirada, más por extrañeza de que una escuincla fuera tanaferrada que por interés de otro tipo. De allí me fue imposible seguir ampliando el disimulo, que según yo era efectivo y un día abordé con mi cámara fotográfica, y con las palabras acalambradas le pedí una sesión de fotos. Con todo y todo era diplomático y su manera de negarse tiene hasta hoy gracia para mi.

" Pero es que yo sé que si te toman fotos, una parte de tu alma se queda allí encerrada y ya no te la regresan, ¿para qué las quieres, no es ése un tipo de brujería?"

Quizá tenía razón en eso de quererme quedar con un pedazo suyo, pero lo que yo quería era sólo su imagen de animal furioso.

Hoy en el ruta tres el conductor no tenía ese rencor cristalino en los ojos. Eran los suyos unos ojos ramplones y me fui a sentar a un asiento cualquiera.Ya no tenía caso ese juego de espiar en el retrovisor a ver si me encontraba con la mirada ocre de mi Alain Delon y el ruta tres me pareció un urbano viejo, una ruta poco usada que debería desaparecer.

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Soy un árbol que desea viajar en tren