Yuri se bajó del coche y con el azotón de la puerta que no fue tan fuerte, Mayra fingió asustarse y comenzó a berrear sin que ninguna lágrima atravesara su cara. Inhalé aire y dejé de mirarla mientras Yuri la consolaba diciéndole muchas cosas amables que terminaban en pero deja de llorar Mayrita.
La niña muy sabia, le sacó a su tía un globo metálico y un helado de tres colores con la condición de parar las inexistentes lágrimas.
Con la mano derecha sostenía el cono acanelado mientras con la otra, mantenía al globo anclado a tierra y me miraba con un brillo especial saliendo de sus ojos de escarabajo.
-Qué chantajistas son los niños, Yuri, neta.
-Qué amargada eres, en serio.
Corriendo de un lado a otro tras las palomas, se olvidó la escarabajo de apretar el puño con la debida terquedad y el globo terminó librándose de ella, feliz de perderse en el aire. Un nuevo llanto invisible anunció otras compras infantiles.
Cuando Yuri sacó las monedas de su bolsillo para pagar lo que la niña pidó, tuve que tomar coraje. Escarabajito había pedido una manzana acaramelada. Ni modo.
-Mayrita, ¿me invitas una mordidita de tu manzana?
-¿No que los niños son chantajistas?
La sobrinita consentida miró a su tía buscando negación pero obtuvo lo contrario y aún así, recogió el brazo hacia sí, quitando la manzana de mi vista.
-Entonces no te subes al coche, Mayrita, nos vamos nada más tu tía y yo, tú te vas a ir caminando...
-Qué mala onda eres, deveras.
La niña sonrió de oreja a oreja, después de meditar unos segundos para después darme la espalda y señalar un taxi jalando a su tía del brazo hacia el coche que pasaba.
miércoles, 13 de junio de 2007
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Soy un árbol que desea viajar en tren

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