jueves, 28 de junio de 2007

Volantín

Virutas de miseria se desprenden indolentes a lo largo del día, de este día que nació andando de espaldas. ¿Qué hora es, por favor? Si estamos entrando ya a la madrugada, te invito un té de canela. Recuerdo los naufragios en sepia, cuando me gustaba ensortijar mi cabello en la espuma del mar, como personaje de cuento infantil. En ese entonces no sabía que mi relleno no era borra, sino cartílagos y amatistas, risas de leche y dolores de espalda, vehemencias y sordera, tibieza y mentol, eras superpuestas.
Más géminis que de costumbre, pendulo.
Pendulo y me mareo y logro sonreir.
Con esa sonrisa honesta traigo hasta mí a mi hermano jugando en un volantín, a mis serafines con carrillera y temeridad, a los tiempos de verosimilitud y a una canción que suena en mis esquinas cada vez que la emoción me cimbra.
Acostada de espaldas evoco las palmeras, mis palmeras, con tallo de mango y cuello de jirafa, tan inalcanzables para mi como yo para el miedo, andando por el bulevar a medio día con un un sol estridente. Tarareando bienestar, escuchaba a mi padre atar su voz al viento, mientras mi madre y mi hermano reían.
La nostalgia me mancha los labios y la estatura pero esto que me fragmenta tiene dedos y perfil de certeza , una discreta cola de cometa que me roza las palmas de las manos.
Más géminis que de costumbre, oscilo.

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Soy un árbol que desea viajar en tren