miércoles, 19 de noviembre de 2008

Cazamiradas

Cruzas la pierna. Prendes un cigarro. No me miras hasta que la flama del encendedor tuesta levemente la orilla del papel arroz.
Hace mucho no nos topábamos, no?
Ajá.
Miras alrededor y espero a que el vuelo de tu mirada termine, para posarse en mí. Siempre has tenido la gracia de volverme obtusa. En este momento no me soporto. La incomodidad de esperar me hace voltear a mirar a otro lado.
Qué has hecho, preguntas ya mirándome.
Un poco de todo, ya sabes, menos loquear. Sonrío.
Entrecierras los ojos y jalas de tu cigarrito.
En esa postura noches y noches se fueron, un tanto de razón también. Me pregunto si es justo eso, el vuelo esquivo de tu mirada lo que me hace buscarte vía tus ojos.
No me ayudas, ni lo que dicen los astros, ni la experiencia pasada, ni los pasos que otros han dado, ni la buena fé.
No me sonrojo si te miro, no me altero si mi mirada se ancla necia en la tuya. Algo se ha mudado.
Pienso en mis ojos como una superficie quieta y los peces japoneses que solían adornarla y llenarla de movimiento, hoy disecados.
Prendes otro cigarro. Tienes rato hablando de quién sabe qué. El humo de los innumerables cigarros consumidos levanta una pared volátil tras la que adivino tu rostro, y logro divisar unos ojos que veo por primera vez.

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Soy un árbol que desea viajar en tren