lunes, 24 de noviembre de 2008

Para que no digan luego que aquella mujer enamorada fuiste tú

Tersura inversa, camino a prisa, huyendo de la bondad de unos ojos.
Atrás quedó, atrás quedamos, por decisión tuya y aceptación mía.
Evito mirarte, evito encontrarte, ventearte, saber de ti.
Grapada a un tiempo venidero forro tus últimas palabras con papel periódico.
Cajas y cajas de acciones que para mí germinarían.
Un amor de bolsillo, tibio y tímido. Hijos inexpertos del sol, trastabillamos. Al extender mis brazos volteé a mirarte, sentado meditabas. Me senté contigo a esperar un tiempo propicio.
Hoy sigo aquí, saltando constelaciones, recordándote, mi pequeño, grande, hermoso hombre.
Terciopelo en las palmas de las manos, en las mejillas hundidas, en las comisuras de los labios.
Tu presencia como lunares en el universo de un cuerpo autónomo, en el día a día una ventisca tuya.
Campos inmensos, mares lejanos, horizontes nuestros mi niño.
Horizontes idos.

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Soy un árbol que desea viajar en tren