viernes, 27 de noviembre de 2009

Cacofonía

En la mañana cuando te despertaste el sol era tímido. Te has pasado el día entero frente a la computadora, poniendo al corriente la memoria gráfica para el informe anual a los jefecitos que le caen en diciembre. Por ratos has leído el último libro que pudiste conseguir: el que te prestaron. Bien digerible, bien livianito, habla de una chavita sin edad precisa ni nada preciso, salvo la exacta mirada que atestigua todo.
Es de esas personas que expresan para adentro.
Levantas la vista y la noche ya está contigo. Quién sabe si es por este horario pero al menos esta semana se te fue más rápido. El ruido de los coches que llega desde afuera te adormece.
Ya es de noche, dices en voz perceptible y Víctor te voltea a ver raro desde su escritorio; raro como cada vez que hablas sola o dices cosas evidentes, no raro como cuando llegas tarde y alguien ya te checó.
En la mañana cuando te despertaste el que el costo del camión subiera un peso era un rumor solamente; ahora que te subes al ruta seis para hacer treinta y tantos minutos de camino hasta tu casa, el rumor es un hecho.
Bajas del camión.Está fresco. Estiras los puños de tu tricota pero queda igual de chica, te quedas de nuevo con las muñecas descubiertas.Caminas aprisa. Caminas viendo a los lados, volteando, aunque es mero vicio de mover la cabeza como péndulo porque estás bien miope, pero los lentes se te resbalan y te sientes menos guapa, por eso no te los pones y haces como que miras todo muy claro.
Se te va el tiempo entre ésto y aquéllo. Para cuando te sientas a cenar son casi las once. Mal. El sólo hecho de ver el relojito burlón te quita el hambre. Guardas el sandwich. Te tomas sólo la leche de soya.
Te quedas dormida leyendo. Sueñas que eres muy alta y enclenque, como esas varas que usan para que los mecates donde se tiende la ropa no rocen el suelo con el peso de las cosas tendidas. Sueñas que mirando hacia abajo, le platicas a la muchachita sin edad precisa ni nada preciso salvo la mirada exacta cómo puede hacer para romper esa terca manía de expresarlo todo para adentro.
Ella sólo te mira.

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Soy un árbol que desea viajar en tren